KING KONG de Merian Cooper.
1933. Terror. P: 9/10.
Director: Merian C. Cooper.
Intérpretes: Fay Wray, Robert Armstrong, Bruce Cabot,
Frank Reicher, Sam Hardy, Noble Johnson, Steve Clemente, James flavin.
Guion: James
Ashmore, Ruth Rose sobre una obra de Edgar Wallace y Merian Cooper.
Música: Max
Steiner.
Efectos
especiales: Willis O’Brien.
Sinopsis:
Una expedición a una remota isla encuentra a un monstruoso y gigante gorila al
que los indígenas le ofrecen en sacrificio jóvenes de la tribu. Capturad la
actriz se la ofrecen a King Kong. Un joven marinero la salvara y el gran gorila
será capturado y exhibido en nueva York como algo circense, espectacular. Se
escapa y es abatido en lo alto de Empire por la aviación.
Comentario:
¡Qué gran película! Cada vez que la veo me gusta más, su aire naif, sus efectos
simples y maravillosos, geniales.
El autor de
los maravillosos efectos especiales y de las criaturas es O’Brien (El mundo perdido-1925) que hizo un autentico
milagro con las técnicas de aquel tiempo. Maestro de la stop-motion,
fotografiando fotograma a fotograma sobre transparencias y efectuando pequeños
movimientos en las maquetas para dar a la acción el efecto deseado. Pero, en
esta película, fue más allá. Fue capaz de dar sentimientos a los Kong, dar
personalidad propia a una miniatura y
las peleas tantos en la isla como la persecución de Kong por Nueva York son un
prodigio de imaginación y buen hacer. Y es la escena final, la muerte y caída
de Kong en lo alto de Empire con esa última mirada de amor, la que significa su
derrota y destrucción.
Es una nueva
versión, otra vuelta de tuerca, del mito de La Bella y la Bestia, pero aquí en
un amor imposible, un absurdo onírico.
Kong de
bruto, con sus demostraciones de fuerza y bravura, se nos hace simpático, casi
desearíamos que fueran felices y comieran perdices pero es el bruto, el malo,
el que pisotea niños y hombres que huyen, el que arranca cabezas de un
mordisco, es el lado malvado de la naturaleza y, como tal, hay que extirparlo,
destruirlo, es la aberración que hay que matar. No tiene cabida en este
civilizado mundo.
Hay escenas
antológicas, desde la aparición del primer dinosaurio que matan los seguidores
del barco en busca de la joven raptada, a la destrucción de la balsa por otro y
como va devorando a los náufragos, a la escena de Kong sacudiendo el
tronco/puente de un árbol lleno de marineros hasta que no queda alguno vivo,
pasando por la pelea de Kong con un dinosaurio feroz primero y una gran
serpiente después, al Kong furioso aplastando el poblado de la tribu de la
isla, al Kong exhibido impúdicamente en el teatro y posterior huida y la
batalla en lo alto del edificio más alto de la tierra peleando, de forma
inútil, ya lo sabemos, con la moderna
aviación. Y entre ellas esa escena intima, de alcoba, con un Kong desnudando a
su chica con su dedo de forma suave y ligera, sorprendido como un adolescente,
que la huele sin pudor alguno sorprendido de algo que se le mete en el corazón
y que lo acabara matando.
La bella
interpretada por una belleza como Fay Wray con frescura, desparpajo y una
convulsión de gritos como pocas veces se ha visto en la pantalla.
El malo, el
que marca el progreso, el que decide como capturar al Kong, o como destruirlo
es Carl, alter ego de Cooper, un materialista
interesado solo en el éxito y en el dinero, encarna a nuestra civilización,
nuestro carácter materialista y destructor; curioso que sea un cineasta. Al
tiempo que libra a los indígenas de su Dios y destructor, trae la desgracia a
nuestras ciudades y lo destruye.
El ritmo es
inmenso, no para desde que Kong aparece. Gran banda sonora.
Posteriormente
hubo otras versiones del mito: La de Guillermin con Jessica Lang en 1976, La de
Godzilla en el Japon, la de Spielberg en El mundo perdido y la última de Peter Jackson que siguen dando
lustre y esplendor a la original en el 2005. Al lado de ellas esas dos rarezas
que fueron El gran Gorila y Mi amigo Joe de Ron Underwood con una esplendida y
natural y poco operada, todavía,
Charlize Theron.
Hubo una
secuela titulada el “El hijo de Kong” del mismo Schoedack menos interesante.
Dice King en
su libro: "...que haga brotar lágrimas
en los ojos con tanta presteza como el último rollo de King
Kong, cuando el gran simio se alza
en la cúspide del Empire State Building e intenta luchar contra los biplanos
equipados con metralletas como si fueran las aves prehistóricas de su isla
nativa...
...en King
Kong ese horror aparece escrito en todo el rostro del
simio, gracias a los maravillosos efectos especiales de Willis O’Brien. El
resultado es casi un retrato animado del forastero agonizante y sin amigos. Es
una de las grandes fusiones de amor y horror, inocencia y terror..."