¿Cómo es su relación con el dinero?
Nunca aprendí a ser rico, no dan clases para eso, y
no crecí con dinero. De pequeño solía pedir 25 centavos para ir al cine o
trabajar cogiendo patatas. Nunca pensé que tendría mucha pasta. Mi madre pasó
sus últimos diez años cuidando de sus padres y en casa nunca hubo liquidez. En
esos casos, si de repente amasas una fortuna, puedes volverte vulgar y
comprarte un enorme Cadillac, trajes de tres piezas a medida y zapatos caros.
Pero yo crecí en una comunidad yanqui donde la ostentación no estaba bien
vista. Luego me casé con una mujer muy pegada a la tierra que se habría reído
mucho si yo hubiera vuelto a casa con un abrigo de pelo de camello. Me habría
dicho: “¿Quién te crees que eres? ¿Mohamed Alí?”. Aunque me vendo como una puta
por los zapatos y los coches, solo tengo un coche eléctrico.
Vivimos
modestamente y damos dinero a las librerías de los pueblos pequeños, a Unicef,
a la Cruz Roja.
Seguimos el lema de J. P. Morgan: el hombre que muere
millonario muere fracasado. El dinero sirve para pagar las cuentas, hacer tu
trabajo, ayudar a mi familia y a mi suegro.
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