jueves, 31 de agosto de 2017

Peliculas de "Danza macabra" (Cap III. 3): KING KONG de Merian Cooper.


KING KONG de Merian Cooper.

1933. Terror. P: 9/10.

Director: Merian C. Cooper.

Intérpretes: Fay Wray, Robert Armstrong, Bruce Cabot, Frank Reicher, Sam Hardy, Noble Johnson, Steve Clemente, James flavin.

Guion: James Ashmore, Ruth Rose sobre una obra de Edgar Wallace y Merian Cooper.

Música: Max Steiner.

Efectos especiales: Willis O’Brien.

Sinopsis: Una expedición a una remota isla encuentra a un monstruoso y gigante gorila al que los indígenas le ofrecen en sacrificio jóvenes de la tribu. Capturad la actriz se la ofrecen a King Kong. Un joven marinero la salvara y el gran gorila será capturado y exhibido en nueva York como algo circense, espectacular. Se escapa y es abatido en lo alto de Empire por la aviación.

Comentario: ¡Qué gran película! Cada vez que la veo me gusta más, su aire naif, sus efectos simples y maravillosos, geniales.

El autor de los maravillosos efectos especiales y de las criaturas es O’Brien (El  mundo perdido-1925) que hizo un autentico milagro con las técnicas de aquel tiempo. Maestro de la stop-motion, fotografiando fotograma a fotograma sobre transparencias y efectuando pequeños movimientos en las maquetas para dar a la acción el efecto deseado. Pero, en esta película, fue más allá. Fue capaz de dar sentimientos a los Kong, dar personalidad  propia a una miniatura y las peleas tantos en la isla como la persecución de Kong por Nueva York son un prodigio de imaginación y buen hacer. Y es la escena final, la muerte y caída de Kong en lo alto de Empire con esa última mirada de amor, la que significa su derrota y destrucción.

Es una nueva versión, otra vuelta de tuerca, del mito de La Bella y la Bestia, pero aquí en un amor imposible, un absurdo onírico.

Kong de bruto, con sus demostraciones de fuerza y bravura, se nos hace simpático, casi desearíamos que fueran felices y comieran perdices pero es el bruto, el malo, el que pisotea niños y hombres que huyen, el que arranca cabezas de un mordisco, es el lado malvado de la naturaleza y, como tal, hay que extirparlo, destruirlo, es la aberración que hay que matar. No tiene cabida en este civilizado mundo.

Hay escenas antológicas, desde la aparición del primer dinosaurio que matan los seguidores del barco en busca de la joven raptada, a la destrucción de la balsa por otro y como va devorando a los náufragos, a la escena de Kong sacudiendo el tronco/puente de un árbol lleno de marineros hasta que no queda alguno vivo, pasando por la pelea de Kong con un dinosaurio feroz primero y una gran serpiente después, al Kong furioso aplastando el poblado de la tribu de la isla, al Kong exhibido impúdicamente en el teatro y posterior huida y la batalla en lo alto del edificio más alto de la tierra peleando, de forma inútil, ya lo sabemos, con  la moderna aviación. Y entre ellas esa escena intima, de alcoba, con un Kong desnudando a su chica con su dedo de forma suave y ligera, sorprendido como un adolescente, que la huele sin pudor alguno sorprendido de algo que se le mete en el corazón y que lo acabara matando.

La bella interpretada por una belleza como Fay Wray con frescura, desparpajo y una convulsión de gritos como pocas veces se ha visto en la pantalla.

El malo, el que marca el progreso, el que decide como capturar al Kong, o como destruirlo es  Carl, alter ego de Cooper, un materialista interesado solo en el éxito y en el dinero, encarna a nuestra civilización, nuestro carácter materialista y destructor; curioso que sea un cineasta. Al tiempo que libra a los indígenas de su Dios y destructor, trae la desgracia a nuestras ciudades y lo destruye.

El ritmo es inmenso, no para desde que Kong aparece. Gran banda sonora.

Posteriormente hubo otras versiones del mito: La de Guillermin con Jessica Lang en 1976, La de Godzilla en el Japon, la de Spielberg en El mundo perdido y la  última de Peter Jackson que siguen dando lustre y esplendor a la original en el 2005. Al lado de ellas esas dos rarezas que fueron El gran Gorila y Mi amigo Joe de Ron Underwood con una esplendida y natural y poco operada, todavía,  Charlize Theron.

Hubo una secuela titulada el “El hijo de Kong” del mismo Schoedack menos interesante.

Dice King en su libro: "...que haga brotar lágrimas en los ojos con tanta presteza como el último rollo de King Kong, cuando el gran simio se alza en la cúspide del Empire State Building e intenta luchar contra los biplanos equipados con metralletas como si fueran las aves prehistóricas de su isla nativa...

...en King Kong ese horror aparece escrito en todo el rostro del simio, gracias a los maravillosos efectos especiales de Willis O’Brien. El resultado es casi un retrato animado del forastero agonizante y sin amigos. Es una de las grandes fusiones de amor y horror, inocencia y terror..."

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